Qué malhumor tengo. Hoy es de esos días en que todo me sale mal, las experiencias frustrantes se van amontonando de a poco, se suman, me aplastan como si fueran -algo así como- bloques de aire contaminado, irrespirable, cada vez más grandes y pesados. La realidad es que no me pasó nada terrible, todas fueron experiencias tontas, y si esto le estuviera pasando a otra persona le diría “encima de que todo te sale mal, estás de malhumor, y el mismo estado de ánimo hace que todo te siga saliendo mal, o que por lo menos lo veas mal”. Cháchara. Pura cháchara. Imposible detener un malhumor creciente sin saber las razones de ese malhumor.

Hace un rato –por ahora fue la última frustración- volví de un lugar donde supuestamente iba a haber una reunión, y además de ir sin ganas, en cuanto llegué me enteré que la fecha de la reunión no era hoy, sino el jueves 19. Por suerte había otro despistado como yo así que me sentí algo acompañada. Mientras volvía a casa pensé qué vida horrible la de alguien que se dedica a hacer trámites, aunque le salgan bien y no le pase como a mí. Hoy. Aclaro. No siempre me pasa esto. Pero igual cuando tengo que hacer trámites salgo predispuesta a tener algún inconveniente, a perder tiempo. Antes de llegar a casa paré en una tienda y me compré tres remeras. “El consumo es el único y magro consuelo de la gente que vive sin algún incentivo. De otra índole, claro”, pensé.

Ahora reconozco que mi malhumor es angustia. Todo me enerva. Tengo ganas de llorar. Quiero arrancar de mi cabeza los pensamientos. No quiero sentirme triste. Aunque por un lado, capaz que sería mejor dejar que la angustia aflore. Me arden los ojos. Son lágrimas. No se esfuma. Si pudiera, lloraría con ganas, con sollozos. No me sale. Gabriela dice que tengo que reconocer mis estados de ánimo. No quiero. Es mejor no sentir. Ommmmmmmm…

Etiquetas: octubre 06

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