Desayuné con dulce de frutillas. El otro día fui a la feria y compré unas frutillas y las convertí en dulce porque me encanta desayunar con dulce y tiene q ser casero. No me gustan los dulces comprados. No sé… me gustan los que yo hago. Y bué. No da nada de trabajo comprar un kilo de alguna fruta y preparar dos o tres tarros de dulce. Claro que si a todos en casa les gustara el dulce, se terminaría enseguida y ya me daría pereza tener que hacer dulce demasiado seguido. Por suerte no le gusta nada más que a Julio. También me gusta el proceso de cocinar, lavar unas frutas y agregarles un poco de azúcar, poner eso un rato de fuego y al rato está la mermelada pronta. Lo mismo me pasa con las comidas, quiero decir con las carnes, las verduras, los cereales. Si se toma un elemento muerto, en el primer estadio de descomposición, sea carne o vegetal, algo que tuvo vida y se la sacaron para que la gente se alimente con eso: un atado de espinacas, una zanahoria, una manzana, un asqueroso pedazo de carne chorreando sangre, o un desagradable y vulnerable pollo sin cabeza, piel amarillenta, blanda, escurridiza, y lo unta de mostaza, de hierbas aromáticas, jugo de limón, sal, en fin, lo que se elija; luego se pone en el horno un buen rato y esa fuente de aspecto desagradable pasa a convertirse en un hermoso y tentador plato brillante y oloroso, y uno puede imaginar el sabor, la textura crujiente y tierna a la vez. (Es casi mágico. Ya sé que no es mágico, pero parece. Y lo que parece puede ser. Y si puede ser, es. Ergo, la cocina es mágica) (Como silogismo no es correcto pero no me importa, prefiero los silogismos incorrectos a los correctos) (Escribo eso en defensa premeditada de algún principista que se le ocurra analizar la frase y decir que no es correcta). Debe ser por eso (por la magia) que me gusta cocinar. Transformar en una exquisita tortilla unas papas muertas sin gracia alguna, un poco de cebolla también muerta (al arrancarlas o desenterrarlas comienza el proceso de descomposición), algo de ajo, tomillo (no digo más que todo eso está muerto para no reiterar), huevos… nadie puede decir que eso no es magia. O lo pueden decir, claro, pero que se jodan por obtusos. Bué, fue un buen día, empezó bien… un día de dulce de frutillas.

Al mediodía… mal. No puedo conseguir que cada uno se haga cargo de su vida sin sentirme mal. Por suerte fui a lo de Gabriela, mi psicóloga. Mientras esperaba, porque llegué temprano (raro en mí) caminé hasta la esquina y fotografié mi sombra (¿?).

De tardecita, inauguración de la exposición de Sergio Porro en la colección Engelman-Ost. Más tarde, reunión con narrares.

Etiquetas: setiembre 06

¶ 10:07